Mi columna de hoy en Página/12
Las dicotomías de Macri
Martín Granovsky
Dijo la futura
canciller argentina Susana Malcorra el sábado 5 que “la verdad, la realidad no
es así”. Sugirió “ver cuál es el gris que nos conviene”. Y observó que “una de
las cosas que encuentro después de estar 12 años fuera de la Argentina es que casi
todo se plantea dicotómicamente”, es decir “bueno o malo”, “blanco o negro”.
Antes del 2003,
fecha de comienzo del período de 12 años, ¿no era así? ¿Carlos Menem no fue
dicotómico cuando devaluó el vínculo con Brasil, decidió convertir a la Argentina en aliado
extra-OTAN y estableció una política de relaciones carnales con los Estados
Unidos? Y en la ONU ,
donde Malcorra fue jefa de gabinete de Ban Ki-moon, ¿el poder de veto en el
Consejo de Seguridad no crea situaciones dicotómicas?
Cuando la futura
canciller formuló esas declaraciones a Clarín todavía no se habían celebrado
las elecciones en Venezuela. El presidente electo, sin embargo, ya había pedido
la separación de los venezolanos del Mercosur mediante la aplicación de la
cláusula democrática. Mauricio Macri, quizás, incurrió en el pecado de planteo
dicotómico.
El lunes Malcorra
volvió a mencionar la cuestión venezolana. Dijo a Radio Mitre que en Venezuela “las elecciones han funcionado
dentro de lo que el marco democrático establece”. Agregó que por eso “nada
indica que haya una razón para la aplicación de la cláusula democrática”. El
martes incluso abrió las puertas para una eventual reunión entre Macri y
Nicolás Maduro.
El punto es que las frases, sobre todo si
son ideologizadas, van quedando y generan hechos o distorisionan la realidad.
Es lo que pasó cuando Macri esgrimió la cláusula democrática del Mercosur, que
abarca también a Chile y Bolivia. Omitió decir que la cláusula puede aplicarse
cuando hay ruptura del orden constitucional, como sucedió con el golpe
parlamentario contra Fernando Lugo en 2012. Más allá del tremendismo verbal de
los conservadores, ningún indicio permitía pensar que el presidente Nicolás
Maduro desconocería una derrota que asomaba segura y de la que hasta el domingo
solo se ignoraba el porcentaje. El propio Hugo Chávez sufrió una derrota en el
referéndum del 2007 y no resolvió el tema con un autogolpe. Es más: cinco años
antes el golpe se lo habían dado a él porque los empresarios encabezados por
Pedro Carmona dicotómicamente asociaban la palabra “Chávez” con la palabra
“malo”.
Cuando narró el diálogo entre Macri y el
presidente de los Estados Unidos Barack Obama, Malcorra informó que “se
habló de dar colaboración en todos los temas relacionados con el narcotráfico,
uno de los grandes temas de la agenda latinoamericana”.
Jacobo Timerman prohibía el uso del “se”
impersonal porque según él no dejaba comprender quién era el sujeto. Con esa
frase ocurre lo mismo. ¿Quién dará colaboración a quién y de qué manera? Si el
narcotráfico es uno de los grandes temas de la agenda latinoamericana, ¿es muy
dicotómico pensar que no es un gran tema de la agenda norteamericana? Sin pensar blanco o negro ni bueno
o malo, la colaboración que habitualmente ofrece la
Casa Blanca en materia de narcotráfico es
la militarización del problema, idea que por cierto Macri no esgrimió en la
campaña electoral como sí lo hizo Sergio Massa. En cambio ni el Consejo de
Seguridad Nacional ni el Departamento de Estado, y menos aún la DEA , suelen hacerse a la idea
de que con menos demanda de cocaína o drogas sintéticas en los Estados Unidos
los carteles de México y Guatemala se verían en problemas para mantener su
rentabilidad.
Es estéril ideologizar al extremo cualquier
análisis y despreciar los matices. A veces la ideologización y el exceso de
adjetivos pueden impedir lazos realistas, e incluso razonablemente hipócritas,
entre países y jefes de Estado, que en eso también consiste la convivencia.
Pero toda conceptualización sobre cuáles son los intereses nacionales en un
caso concreto es algo que o bien surge de una ideología, o sea de una lectura
articulada de la realidad, o bien la produce.
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